Con la RSE se combate la polución de las personas
El juicio de las personas se puede ver nublado por diversos factores: emociones, utopías, ganas de ver lo bueno en algo aparentemente bueno, e incluso por el obrar diario de una organización fruto de una cultura corporativa no centrada en el ser humano… a estas situaciones Albert Low (autor de El Zen y la Dirección de Empresas) la llamó a fines de los 70’s «la polución de las personas». En uno de los capítulos finales de su obra, Low plantea que esta polución de las personas está dada en gran medida por la sociedad industrial, comandada por «directivos anticuados» que son «incapaces de adaptarse al Cambio».
Volvemos a recordar que estamos citando una obra con casi 40 años de existencia, y hace tan sólo unas semanas leíamos en las noticias internacionales sobre una China prisionera de la polución industrial. Quizás una señal que el mundo no ha cambiado lo suficiente.
El «business as usual», la corrupción, la falta de conciencia sobre el Otro, y la falta de respeto sobre los recursos naturales pueden sumar a la hora de enumerar los por qués de cómo puede ser que estemos 40 años atrasados en términos de conservación y preservación planetaria.
Podría seguir agregando interpretaciones, pero creo que los lectores de este blog son lo suficientemente inteligentes para sacar las propias y trazar sus propias analogías con el presente actual. A esta reflexión, se anhela, debería seguirla la acción de quienes tienen en sus manos la toma de decisión para dar un golpe de timón en su estrategia empresarial u organizacional.
Transcribo aquí las reflexiones de Albert Low sobre la polución de las personas (las negritas son mías; las itálicas, del texto original):
Nuestra sociedad industrial es la culpable de esa increíble polución y ese pillaje que va más allá de contaminar los ríos o el aire, o malgastar energía u otros recursos irremplazables. Una empresa se alimenta de ideas. Entre sus productos de desecho deben incluirse las cáscaras que en otro tiempo contuvieron el fruto, ahora ya desaparecido. Los directivos anticuados, que han perdido su espíritu creador, y por tanto son incapaces de adaptarse al cambio, bloquean el proceso de producción, y hacen que éste se vuelva, a su vez, anticuado y rebelde al cambio. El problema con el que debe enfrentarse la industria estriba en que según el cambio aumenta de ritmo, se incrementea proporcionalmente el número de los que no consiguen adaptarse, y eso sucede cada vez a edades más tempranas. ¿Acaso es la industria también culpable de la polución de las personas? ¿Se limitará la industria a echar simplemente a un lado a los que no se adapten?
Estas son las dos soluciones generalmente propuestas: o la jubilación prematura, o una puesta al día de los conocimientos y preparación. La jubilación prematura no hace más que transferir el problema de la industria a la sociedad, y parece una solución tan poco satisfactoria como el echar los materiales de desecho a los ríos. La «puesta al día» es algo como el reciclaje de los envases viejos, y podría dar buen resultado si las personas fueran envases viejos. La puesta al día no consigue más que incrementar la tensión de los que están siendo puestos al día. Aumenta la necesidad de cambiar, sin incrementar la capacidad de cambio, y lo único que puede resolver el problema es precisamente la capacidad para el cambio. La educación, en el mejor de los casos, enseña a una persona a expresar lo que percibe, y en el peor destruye su capacidad de percepción. La resistencia al cambio es un retraimiento, una afirmación de lo ya conocido, aferrándose a cualquier cosa que ya haya sido percibida y expresada. Es eso lo que induce al cínico a decir que pocos hombres piensan, porque la mayoría no hacen más que poner en orden sus prejuicios.
«La propia naturaleza de toda existencia es el cambio… Cada existencia es una forma momentánea, que aparece según las condiciones que prevalecen, pero sin poseer forma propia»
Si en tus responsabilidades diarias está la coordinación o gerencia de Responsabilidad Social, te invito a tomarte 5 minutos para leer este texto… y otros 15 para reflexionar. El cambio no está ahí afuera esperándonos, está en el interior de tu organización… sólo hay que animarse a activarlo!
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